Nuevos espacios para tiempos nuevos. Arquitectura del olvido, del desarraigo, de la ruina.

La sociedad actual va a un ritmo extremadamente acelerado, tan rápido que a menudo resulta complicado adaptarse a ella. Basta dar un paseo por el centro de nuestras ciudades para comprobar que muchos de los florecientes negocios que dieron grandes beneficios a sus dueños y fama a la ciudad ya no existen. Han sido fagocitados por grandes cadenas multinacionales o sustituidos por nuevas tiendas que con frecuencia durarán apenas unos meses. Ya nada es permanente, todo cambia en la gran urbe. Todo parece estar diseñado para tener una existencia muy temporal, en ocasiones casi efímera. ¿Serán estos los signos de los nuevos tiempos? Pero no solo eso. Algunos de los nuevos hábitos en las formas de viajar también han tenido efectos indeseados para muchos. Aquellos que hace años decidieron instalar sus negocios en torno a las entonces más frecuentadas vías de comunicación terrestre lo han sufrido de lleno. Han experimentado en carnes propias lo azaroso de los hábitos de nuestros modos de desplazarnos. Restaurantes, gasolineras, tiendas de productos variados, talleres de manufacturas diversas o moteles han echado el cierre y sus terrenos adyacentes se han convertido en ‘espacios fantasmas’ en los que la ausencia humana se impone y la naturaleza recupera lo que le fue sustraído.

Sirva este estupendo catálogo de fotografías de Marcos Rodríguez como testigo notarial del citado deterioro industrial. También del cambio de un modo de transitar las carreteras nacionales -no es baladí el hecho simbólico del vacío en muchos de los lugares destinados a dar servicio en ellas- que no está en la línea de la rapidez e inmediatez que permiten las modernas autopistas y autovías… Por desgracia con el cambio perdemos muchos puestos de trabajo e infinidad de edificios singulares y ocupaciones laborales en ocasiones casi avocadas a la desaparición. La despoblación que vivimos en la actualidad tiene en parte algunos elementos comunes a este proceso que tan bien documenta el fotógrafo.

Reivindiquemos los avances de la modernidad pero a poder ser sin pérdida de población, tradiciones y puestos laborales. De nada de lo anterior estamos sobrados.

Texto: Alberto Prieto. Fotoperiodista y fotógrafo minutero

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